viernes, 12 de agosto de 2016

La Traición, una de las 5 heridas del alma



El término más importante que se relaciona con la traición es el de fidelidad. Ser fiel es cumplir compromisos, ser leal y devoto. Se puede confiar en la persona fiel, pero cuando se pierde la confianza se sufre la traición.



Esta herida surge entre los dos y los cuatro años de edad cuando se desarrolla la energía sexual y aparece el llamado complejo de Edipo. Esta herida se vive con mayor frecuencia con el progenitor del sexo opuesto.

 



De acuerdo a Freud, cada niño, sobre todo entre los 2 y los seis años de edad, se enamora, por así decirlo, del progenitor del sexo opuesto, ya que se encuentra en la edad en la que se desarrolla su energía sexual. A partir de esta etapa el niño comienza a entrar en contacto con su impulso de vida, con su impulso sexual (no genital) que representa su capacidad de crear.



Si la madre responde demasiado a todos los caprichos del bebe hasta convertirse en prácticamente su esclava, el niño empezará a creer que puede hacer a un lado a los demás incluyendo al padre y tener a la madre a su disposición. En este caso y siempre de acuerdo con Freud, el niño no desarrollará la fase edípica, esencial en su desarrollo y cuando sea adulto el resultado será muy perjudicial para él en los planos psicológico y sexual. 

 



El paso adecuado por esta fase implica que todo niño debe llegar a reconocer que el padre fue esencial para crearlo, y su figura es fundamental para romper la relación que se establece al nacer entre madre e hijo. Aún cuando el padre no esté físicamente presente, la madre debe hacer sentir al niño que existe y que es tan importante como ella misma.



En esta etapa, niños y niñas hacen todo lo posible por tener el afecto del progenitor del sexo opuesto e intentan así mismo protegerlo, aún cuando les decepciona no recibir la atención deseada.



Cuanto el progenitor del sexo opuesto más devalúe a su pareja, ignorándola en su rol, más difícil será resolver el complejo. Cuando el apego al progenitor del sexo opuesto es demasiado grande, más adelante se verán afectadas sus relaciones sexuales y afectivas. Estas personas tienden a comparar sin cesar a su pareja con el progenitor del sexo opuesto, o se crean numerosas expectativas de su pareja para compensar así lo que no recibieron de ese progenitor. Durante el acto sexual les resulta difícil abandonarse por completo, se contienen pues temen que el otro las posea.



Los padres de las personas que sufren esta herida generalmente se centran en sí mismos y ejercen seducción sobre sus hijos. Así el niño es inducido a sentir que sus padres lo necesitan y desean sobre todo que el del sexo opuesto se sienta bien. Intenta por cualquier medio ser especial para este último.



El niño se siente traicionado por el padre del sexo opuesto cada vez que este no cumple sus promesas o cuando traiciona su confianza.



El niño vive así mismo la traición cada vez que percibe que su progenitor del mismo sexo se siente traicionado por su pareja y siente esta traición como si la hubiera sufrido el mismo. La niña pequeña también vive el sentimiento de la traición cuando su padre la hace a un lado por la llegada de un bebe varón.



Cuando el niño comienza a vivir experiencias de traición, se crea una máscara para protegerse. Esta máscara es la del controlador. El tipo de control que ejerce es para asegurarse de que mantendrá sus compromisos para ser fiel y responsable o para garantizar que los demás mantengan los mismos compromisos.



El controlador desarrolla un cuerpo que exhibe fuerza, poder y parece decir: “Yo soy el responsable, pueden confiar en mí”. Un signo de que un hombre sufre fácilmente de traición es visible, cuando la parte superior de su cuerpo parece a primera vista emanar mucha más fuerza que el resto; si ves a un hombre con hombros fuertes y grandes, bíceps fuertes, pecho saliente y una camiseta ajustada que delinee sus músculos, sabrás que tiene una herida de traición muy importante. En la mujer controladora esta fuerza se concentra más bien al nivel de las caderas, los glúteos, el vientre y los muslos. La parte inferior de su cuerpo suele ser más ancha que los hombros y si el cuerpo tiene forma de pera, cuanto más acentuada se encuentre la parte más ancha de la pera, más profunda será la herida de traición.



La mirada del controlador es intensa y seductora, cuando mira a una persona tiene el don de hacerla sentir especial e importante. Estas personas lo ven todo rápidamente. La intensidad de su mirada les ayuda a ver de golpe y en conjunto todo lo que sucede a su alrededor.



Como le es difícil aceptar cualquier forma de traición proveniente de ellos mismos o de los demás hacen todo lo que está en su mano por ser personas responsables, fuertes, especiales e importantes. El controlador satisface así su ego que no desea ver cuántas veces a la semana se traiciona a sí mismo o traiciona a otros sin percatarse de ello la mayor parte de las veces porque traicionar es tan inaceptable que no desea admitir que puede hacerlo.



Muchas personas que tienen la herida de traición han sufrido porque el progenitor del sexo opuesto no cumplía sus compromisos según sus expectativas infantiles de un progenitor ideal.



Es fácil imaginar al niño pequeño que al sentirse abandonado o no recibir suficiente atención, decide por cualquier medio seducir a su progenitor del sexo opuesto con la intención de atraer su atención y sentir su apoyo. Cuanto más intenta controlar a su progenitor con esta actitud, más expectativas se crean. Cuando nada sucede, cuando sus expectativas no se satisfacen, comienza a vivir la traición.  Entonces se vuelve cada vez más controlador y se sumerge en un caparazón, creyendo que así no volverá a sufrir traición ni abandono. La parte controladora alienta al dependiente a querer ser independiente.



Las enfermedades más comunes en el controlador son:



Agorafobia



Articulaciones, principalmente rodillas



Hemorragias, impotencia sexual, diarrea



Parálisis



Sistema digestivo



Herpes bucal



Cuanto más profunda sea la herida de la traición, más significará que traicionas a los demás o que te traicionas a ti mismo al no confiar o no cumplir contigo mismo tus propias promesas. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos y no queremos ver. Esta es la razón por la que atraemos a nuestro alrededor a personas que nos demuestran lo que hacemos a otros o lo que nos hacemos a nosotros mismos.


Tomado del texto: "Las cinco heridas que impiden ser uno mismo" por Lise Borbeau


Más adelante continuaré compartiendo con ustedes la herida de la injusticia para finalmente compartirles la sanación y transformación que la autora recomienda. 

Si te has sentido identificado en parte o en todo con estos artículos te invito a explorar más en el seno del ambiente psicoterapéutico...


¡Hasta la próxima!

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