La Traición, una de las 5 heridas del alma
El término más importante que se
relaciona con la traición es el de fidelidad. Ser fiel es cumplir compromisos,
ser leal y devoto. Se puede confiar en la persona fiel, pero cuando se pierde
la confianza se sufre la traición.
Esta herida surge entre los dos y
los cuatro años de edad cuando se desarrolla la energía sexual y aparece el
llamado complejo de Edipo. Esta herida se vive con mayor frecuencia con el
progenitor del sexo opuesto.
De acuerdo a Freud, cada niño,
sobre todo entre los 2 y los seis años de edad, se enamora, por así decirlo,
del progenitor del sexo opuesto, ya que se encuentra en la edad en la que se
desarrolla su energía sexual. A partir de esta etapa el niño comienza a entrar
en contacto con su impulso de vida, con su impulso sexual (no genital) que
representa su capacidad de crear.
Si la madre responde demasiado a
todos los caprichos del bebe hasta convertirse en prácticamente su esclava, el
niño empezará a creer que puede hacer a un lado a los demás incluyendo al padre
y tener a la madre a su disposición. En este caso y siempre de acuerdo con
Freud, el niño no desarrollará la fase edípica, esencial en su desarrollo y
cuando sea adulto el resultado será muy perjudicial para él en los planos psicológico
y sexual.
El paso adecuado por esta fase
implica que todo niño debe llegar a reconocer que el padre fue esencial para crearlo,
y su figura es fundamental para romper la relación que se establece al nacer
entre madre e hijo. Aún cuando el padre no esté físicamente presente, la madre
debe hacer sentir al niño que existe y que es tan importante como ella misma.
En esta etapa, niños y niñas
hacen todo lo posible por tener el afecto del progenitor del sexo opuesto e
intentan así mismo protegerlo, aún cuando les decepciona no recibir la atención
deseada.
Cuanto el progenitor del sexo
opuesto más devalúe a su pareja, ignorándola en su rol, más difícil será
resolver el complejo. Cuando el apego al progenitor del sexo opuesto es
demasiado grande, más adelante se verán afectadas sus relaciones sexuales y
afectivas. Estas personas tienden a comparar sin cesar a su pareja con el progenitor
del sexo opuesto, o se crean numerosas expectativas de su pareja para compensar
así lo que no recibieron de ese progenitor. Durante el acto sexual les resulta
difícil abandonarse por completo, se contienen pues temen que el otro las
posea.
Los padres de las personas que
sufren esta herida generalmente se centran en sí mismos y ejercen seducción
sobre sus hijos. Así el niño es inducido a sentir que sus padres lo necesitan y
desean sobre todo que el del sexo opuesto se sienta bien. Intenta por cualquier
medio ser especial para este último.
El niño se siente traicionado por
el padre del sexo opuesto cada vez que este no cumple sus promesas o cuando
traiciona su confianza.
El niño vive así mismo la
traición cada vez que percibe que su progenitor del mismo sexo se siente
traicionado por su pareja y siente esta traición como si la hubiera sufrido el
mismo. La niña pequeña también vive el sentimiento de la traición cuando su
padre la hace a un lado por la llegada de un bebe varón.
Cuando el niño comienza a vivir
experiencias de traición, se crea una máscara para protegerse. Esta máscara es
la del controlador. El tipo de control que ejerce es para asegurarse de que
mantendrá sus compromisos para ser fiel y responsable o para garantizar que los
demás mantengan los mismos compromisos.
El controlador desarrolla un
cuerpo que exhibe fuerza, poder y parece decir: “Yo soy el responsable, pueden confiar
en mí”. Un signo de que un hombre sufre fácilmente de traición es visible,
cuando la parte superior de su cuerpo parece a primera vista emanar mucha más
fuerza que el resto; si ves a un hombre con hombros fuertes y grandes, bíceps fuertes,
pecho saliente y una camiseta ajustada que delinee sus músculos, sabrás que
tiene una herida de traición muy importante. En la mujer controladora esta
fuerza se concentra más bien al nivel de las caderas, los glúteos, el vientre y
los muslos. La parte inferior de su cuerpo suele ser más ancha que los hombros
y si el cuerpo tiene forma de pera, cuanto más acentuada se encuentre la parte
más ancha de la pera, más profunda será la herida de traición.
La mirada del controlador es
intensa y seductora, cuando mira a una persona tiene el don de hacerla sentir
especial e importante. Estas personas lo ven todo rápidamente. La intensidad de
su mirada les ayuda a ver de golpe y en conjunto todo lo que sucede a su
alrededor.
Como le es difícil aceptar
cualquier forma de traición proveniente de ellos mismos o de los demás hacen
todo lo que está en su mano por ser personas responsables, fuertes, especiales
e importantes. El controlador satisface así su ego que no desea ver cuántas
veces a la semana se traiciona a sí mismo o traiciona a otros sin percatarse de
ello la mayor parte de las veces porque traicionar es tan inaceptable que no
desea admitir que puede hacerlo.
Muchas personas que tienen la
herida de traición han sufrido porque el progenitor del sexo opuesto no cumplía
sus compromisos según sus expectativas infantiles de un progenitor ideal.
Es fácil imaginar al niño pequeño
que al sentirse abandonado o no recibir suficiente atención, decide por
cualquier medio seducir a su progenitor del sexo opuesto con la intención de
atraer su atención y sentir su apoyo. Cuanto más intenta controlar a su
progenitor con esta actitud, más expectativas se crean. Cuando nada sucede,
cuando sus expectativas no se satisfacen, comienza a vivir la traición. Entonces se vuelve cada vez más controlador y
se sumerge en un caparazón, creyendo que así no volverá a sufrir traición ni
abandono. La parte controladora alienta al dependiente a querer ser
independiente.
Las enfermedades más comunes en
el controlador son:
Agorafobia
Articulaciones, principalmente
rodillas
Hemorragias, impotencia sexual,
diarrea
Parálisis
Sistema digestivo
Herpes bucal
Cuanto más profunda sea la herida
de la traición, más significará que traicionas a los demás o que te traicionas
a ti mismo al no confiar o no cumplir contigo mismo tus propias promesas.
Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos y no queremos ver.
Esta es la razón por la que atraemos a nuestro alrededor a personas que nos
demuestran lo que hacemos a otros o lo que nos hacemos a nosotros mismos.
Tomado del texto: "Las cinco heridas que impiden ser uno
mismo" por Lise Borbeau
Más adelante continuaré compartiendo con ustedes la herida de la injusticia
para finalmente compartirles la sanación y transformación que la autora
recomienda.
Si te has sentido identificado en parte o en todo con estos artículos
te invito a explorar más en el seno del ambiente psicoterapéutico...
¡Hasta la próxima!
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