sábado, 25 de junio de 2016



Las 5 heridas del Alma




La humillación


Es la acción de abatir el orgullo y la altivez de alguien, herir el amor propio o la dignidad de alguien, sentirse rebajado, rebajarse o rebajar a alguien descaradamente. Los sinónimos de esta palabra son: sumisión, vergüenza, mortificación, vejación, degradación. 
Esta herida aparece ligada sobre todo al mundo físico, al ámbito del tener y el hacer, empieza a manifestarse entre el primer y tercer año de edad,  cuando el niño aprende a comer solo, a comportarse con propiedad, a ir al baño solo, a hablar, escuchar y comprender lo que los adultos le dicen.
El surgimiento de la herida de la humillación ocurre en el momento en que el niño siente que uno de sus padres se avergüenza de él, cuando está sucio, cuando ha hecho un estropicio (principalmente en público o en familia), cuando está mal vestido. Sin importar la situación que provoca que el niño se sienta rebajado, degradado, comparado, mortificado o avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia. 



El ámbito de la sexualidad contribuye también a que se manifieste la herida potencial de humillación. Por ejemplo, cuando la mamá sorprende a su pequeño masturbándose y exclama: ¿No te da vergüenza? El niño se siente humillado y avergonzado, y más adelante enfrentará dificultades en el plano sexual. 
A diferencia de las otras 4 heridas que se viven con un progenitor específico o con la persona que desempeñó el papel de ese progenitor, la herida de la humillación suele experimentarse con mayor frecuencia con la madre.

El niño que sufre humillación se crea la máscara de masoquista. El masoquismo es el comportamiento de una persona que encuentra satisfacción, e incluso placer, sufriendo. Aún cuando lo haga inconscientemente busca el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o castigarse antes de que alguien más lo haga. 
El masoquista parece desear hacer todo por los demás, pero en realidad lo hace para crearse limitaciones y obligaciones. Durante el tiempo que dedica a ayudar a los otros cree que no le harán nada vergonzoso, aún cuando la mayor parte de las veces se siente humillado porque abusan de él. He escuchado a muchas mujeres masoquistas quejarse de estar hartas de ser las sirvientas, se quejaban pero continuaban con la misma conducta, ya que no se percataban de que ellas mismas se habían impuesto estas limitaciones. 
El masoquista no se percata de que al resolver todo a los demás se rebaja y se humilla.
La persona masoquista parece muy controladora, pero este control está motivado principalmente por el temor a sentir vergüenza de sus prójimos o de sí mismo. La madre masoquista por ejemplo tiende a controlar la apariencia, el comportamiento y la forma en que se visten sus hijos y su pareja; es el tipo de madre que desea que sus hijos sean bien educados desde pequeños. Si no lo logra se avergonzará de sí misma, de su papel de madre. 
Como el masoquista, sea hombre o mujer, es con frecuencia fusional con su madre, hace todo lo posible por no avergonzarla. Considera a su madre como un enorme peso que cargar, lo cual le proporciona otra buena razón para desarrollar una espalda muy solida. Esta actitud continúa incluso después de la muerte de la madre. Aún cuando le crea un sentimiento de vergüenza, por lo general el masoquista se siente aliviado o liberado cuando su madre muere, ya que ella representaba un serio obstáculo para su libertad.
Para el masoquista es difícil expresar sus verdaderas necesidades y lo que realmente sentía desde que era pequeño, ya que no se atreve a hablar por temor a experimentar vergüenza o por temor a avergonzar a alguien más. 
Los padres del niño masoquista le decían con frecuencia que lo que sucedía en la familia no era de la incumbencia de los extraños y que no debía hablar de ello sino guardarse todo para sí. 
El masoquista por lo general llega al punto en el que ni siquiera reconoce sus propios deseos por no disgustar a mamá.
Desea tanto agradar a su madre que no está en contacto sino con los deseos que a ella le satisfarán. El masoquista suele ser hipersensible, por lo que lo más mínimo le hiere. Así hace lo posible por no herir a los demás. De los 5 caracteres de personalidad, el masoquista es el que menos atención presta a sus necesidades. Se crea a sí mismo un sufrimiento mayor al ignorar sus necesidades, lo que contribuye a alimentar su herida. Hace todo por sentirse útil, lo cual es una forma de ocultar su herida y de forzarse a pensar que no sufre humillaciones.

La libertad es fundamental para el masoquista. Para él, el ser libre significa no tener que rendir cuentas a nadie no ser controlado por nadie y hacer lo que quiere cuando así lo quiere. Cuando se siente libre y considera que nadie le pone obstáculos en el camino, resplandece, vive la vida al máximo y no tiene límites. En este momento cae en los demasiados, en varios aspectos de su vida: Come demasiado, compra demasiado, cocina demasiado, bebe demasiado, hace demasiado, desea ayudar demasiado, trabaja demasiado, gasta demasiado, considera que tiene demasiados bienes, habla demasiado... Sin embargo, cuando adopta alguno de estos comportamientos, se avergüenza de sí mismo al sentirse humillado por las miradas y los comentarios de los demás.

También cree que si se ocupa, sobre todo de sí mismo, ya no será útil a los demás.
El masoquista tiene mucha energía bloqueada en su cuerpo. Si llega a permitirse ser libre como lo necesita, sin vergüenza ni culpabilidad, su cuerpo adelgazará, ya que dará rienda suelta a la energía contenida.

La libertad es por tanto el mayor temor del masoquista. Está convencido de que no sabrá qué hacer si llega a ser libre a su antojo. Inconscientemente se las ingenia para no ser libre, y la mayor parte del tiempo es él quien toma esta decisión. Al desear ocuparse de sus seres queridos, cree garantizar su libertad, pues es él quien está controlando. Sin embargo en realidad se aprisiona.

Los siguientes son algunos males y enfermedades que pueden manifestar los masoquistas:
  • Los dolores de espalda y la sensación de pesadez sobre los hombros son muy frecuentes debido a la excesiva carga emocional que llevan. El dolor de espalda se debe principalmente a su sentimiento de falta de libertad. El dolor lumbar surge cuando se relaciona con lo material y el cervical con lo afectivo.
  • También pueden padecer problemas respiratorios si se dejan abrumar por los problemas de los otros.
  • Los problemas de piernas y pies como varices esguinces y facturas son frecuentes. Debido a su temor a no poder moverse con el tiempo atraen problemas físicos que se lo impiden.
  • Es frecuente que padezcan enfermedades del hígado, debido al exceso de preocupación por los otros.
  • Otros problemas debido a su dificultad para pedir lo que quieren son los relacionados con la garganta como anginas y laringitis.
  • Cuantas más dificultades tenga de reconocer sus necesidades y expresar sus deseos, mayor será la probabilidad de desarrollar la glándula toroide.
  • Por otra parte el hecho de no saber escuchar sus propias necesidades suele producir irritaciones de la piel. Sabemos que la expresión me irritó, significa realmente tenía muchas ganas de... Pero el masoquista no se lo permite, pues le resultaría vergonzoso desear siquiera recibir placer.
  • Otro problema filológico que he podido observar en las personas masoquistas es el mal funcionamiento del páncreas lo cual provoca hipoglucemia y diabetes. Estas enfermedades se manifiestan en quienes tienen dificultades para permitirse caprichos o en quienes lo hacen pero sienten culpa o se dejan humillar.
  • El masoquista también es susceptible a sufrir problemas cardíacos porque no se ama lo suficiente. No cree tener la suficiente importancia para agradarse. La región donde se ubica el corazón humano se relaciona directamente con la capacidad de divertirse, con la alegría de vivir. 
  • Además a causa de sus ideas sobre el sufrimiento no es raro ver que el masoquista deba someterse a diversas intervenciones quirúrgicas.
La causa principal de una herida deriva de la incapacidad para perdonar lo que nos hacemos a nosotros mismos lo que hacemos sufrir a otros. Nos resulta difícil perdonarnos porque no tenemos conciencia de nuestros reproches. Cuanto más profunda sea la herida de la humillación, al rebajarte o compararte con los demás, más significará que te humillas a ti mismo o humillas a otras personas al avergonzarte de ellos o tenerles resentimiento. Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos. 

Tomado del texto: "Las cinco heridas que impiden ser uno mismo" por Lise Borbeau

Más adelante continuaré compartiendo con ustedes las heridas de la traición y la injusticia para finalmente compartirles la sanación y transformación que a autora recomienda. 
Si te has sentido identificado en parte o en todo con estos artículos te invito a explorar más en el seno del ambiente psicoterapéutico...

¡Hasta la próxima!

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